“La ciudad de México es uno de los sitios más interesantes del mundo, por que es un lugar donde TODO sucede”. Apenas escuché esta frase de boca del escritor Carlos Fuentes (durante una entrevista concedida al programa “Una mirada al pensamiento” en Canal Once de México) supe que sería el mejor punto de partida para comenzar a relatar mi diario de viaje. Cuando ví el programa, ya me encontraba a la espera de mi regreso y casi tenía las maletas armadas, pero recién ahí pude comprender la verdadera dimensión de lo que Fuentes decía. Con esa frase logró derribar la sarcástica ambivalencia que me producía el hecho de intentar comprender a la gigantesca y tormentosa Ciudad de México.
El lúcido escritor, haciendo uso de su verbigracia y agudeza intelectual sólo precisó de las cuatro letras que forman la palabra TODO para dar la mejor definición que se pueda hacer de la ciudad. Y es totalmente cierta, por que en ella, diariamente TODO sucede.
En su zócalo por ejemplo, ya desde muy temprano, los artesanos comienzan a colmar las veredas con sus trabajos manuales, y la plaza de la Constitución, soberbia y extremadamente ornamentada, poco a poco se va cargando de oficinistas que la atraviesan raudamente para llegar a horario a sus trabajos, al mismo tiempo que un puñado de taxis verdes con techos blancos (al mejor estilo de los autos de la Habana) giran lentamente en la ensordecedora esquina de las Calles 5 de Febrero y Francisco Madero, intentando escapar del excesivo tráfico por la que tan conocida se ha hecho esta urbe a nivel mundial.
Pero por desgracia, el TODO de Carlos Fuentes también implica una parte negativa, por que en el DF, además de los organillos, los mercados, los murales, los palacios, las majestuosas iglesias, las enormes avenidas y los fabulosos espacios verdes, ciento de personas día a día viven en la indigencia total, en la inseguridad más absoluta y en la mayoría de los casos, sufriendo una de las desigualdades más obscenas de Latinoamérica. Miles de niños desaparecen año tras año para ser vendidos al exterior y otros tantos lo hacen por voluntad propia, con el solo objetivo de intentar escapar de la extrema pobreza en la que viven aprisionados en las chabolas de las afueras de la ciudad.
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