Lo cierto es que una muestra de esa aparente fiesta (y una excepción dentro del marasmo de fachadas color sepia que abundan en el centro de la ciudad) es sin duda el omnipresente y casi hiperrealista edificio que durante los años del régimen soviético, albergó el ala completa del comando que acompañaba al por entonces dictador rumano y que hoy, lejos de las luminarias y las reuniones masivas, funciona como la sede del actual parlamento rumano.
Quienes se acercan a él en busca de alguna señal del comunismo reciente, se encuentran con que la magnificencia de la construcción obliga a alejarse hasta unos 300 metros para poder apreciarlo en su totalidad, ya que es tan gigantesco que no se lo puede observar de manera completa cuando se para frente a él.
Más allá de la mole que representa este edificio para la idiosincrasia rumana, hoy se encuentra habilitado sólo en una cuarta parte, siendo esa la que tiene cuenta con energía eléctrica, agua corriente e incluso gas. El hecho de que hoy sólo un ala funcione como sede del parlamento, obedece a que el estado no puede hacer frente al gasto que implica mantener en pie semejante estructura, al menos no del mismo modo como cuando funcionaba el KOMINTERN completo, el cual llegó a reclutar en los años de apogeo del régimen cerca de 1.000.000 de empleados públicos que día a día poblaban sus oficinas y pasillos.

MAGNÁNIMO!!!!
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