¿Qué se hace cuando toca en suerte un día con esas condiciones climáticas? La primera respuesta (la más lógica, digamos) sería resignar un día del viaje y quedarse al resguardo del frío, la lluvia y la nieve, pero la segunda (y que seguro es la que adoptan los viajeros de buena ley) es ponerse sin dudar todo lo que hay en la valija y salir a enfrentar el frío cueste lo que cueste.
De esa forma saqué el kit invernal y bajé al comedor del hotel para hacer un desayuno hipercalórico que me ayudara a sobrevivir al menos hasta el mediodía, momento en que debería reponer nuevamente energías para poder seguir en esas condiciones de temperatura sin morir en el intento.
Antes de salir del hotel y adentrarme en ese freezer que era la ciudad decidí volver a la habitación para hacer algunas fotografías desde lo alto. Las vistas de los trenes con la nieve, la gente que intentaba atravesar las calles munidas de paraguas y los árboles secos e inmóviles como congelados en el tiempo me regalaban ciento de postales que se formaban con sólo encuadrar a través del lente de la cámara.
Dicen los meteorólogos (y las guías de viaje) que en invierno Budapest - junto a Berlín y Moscú- es una de las ciudades que registra la mas bajas temperaturas de Europa del este y, realmente, pude dar fe de ello cuando me encontré al otro lado de la puerta giratoria.
Caminé apenas unos pocos metros y me encontré con una segunda postal que no había visto desde mi ventana: los autos totalmente tapados por la nieve. Muchas personas, me contaron, ante la imposibilidad de poder usar sus autos por el congelamiento suelen salir de sus casas y realizar sus actividades a pie o, en algunos casos, en bicicleta.
Lo cotidiano con nieve se vuelve mucho más problemático
Postales callejeras en el centro del Buda
Miré hacia un costado y ví esta casa de raro estilo centroeuropeo. En pocos segundos decidí que era la casa que sin dudar elegiría si tuviera la posibilidad de pasar un tiempo en Budapest. Ubicada en la base del funicular que conecta la colina del Buda y de frente al Danubio, me pareció un edificio más que inspirador y de una extraña belleza.
Bicicletear en la nieve y no resbalarse en el barro que ella forma por el paso de los automóviles debe ser una de las tareas más complicadas para quienes habitan la ciudad.
Bordeé el Danubio y llegué a la zona del Parlamento (que se encuentra al otro lado del río, en el Pest). Los TRAM venían casi vacíos y, los pocos pasajeros que se habían animado a salir, exhalaban un humo caliente desde el interior de los vagones que volvían a la imagen una postal de tierras soviéticas.
Llegué hasta el Danubio y crucé hacia el Pest por el puente que atraviesa la Isla Margarita, en el corazón mismo del idílico río. Al salir al otro lado comencé a divisar cada vez más cerca la fastuosa cúpula del parlamento húngaro. La imagen de Kossuth Lajos apuntando hacia la parte más alta del edificio me hizo recordar los pedidos independentistas de los húngaros cuando aún formaban parte del imperio austríaco.
Las inclemencias del temporal me entregaron la postal más representativa que haya podido ver de Budapest. La estatua ecuestre cubierta por la nieve, los pinos y la cúpula del parlamento totalmente blancas me regalaron una de las imágenes más increíbles de la capital húngara (con esta foto creo que puedo argumentar por qué creo que a Budapest hay que descubrirla en invierno).
Por donde mirara veía nieve. Durante seis días escuché el incesante ruido de las máquinas que durante día y noche intentaban despejar las calles del copioso hielo que formaba blancas rocas por doquier. Con esta imagen de las vías en perspectiva terminé mi primer día de caminata nevada. Estaba casi en la mitad del viaje y recién comenzaba mi estadía en Budapest. El sueño de la vuelta lo había cumplido.
A tan sólo doscientos metros de esas vías se encontraba la casa donde estuve en mi primera vez. Las ganas de ir hasta allí me superaban pero la poca luz del día comenzaba a flaquear y empezó a hacer cada vez más frío. Era mejor regresar al hotel y reponer fuerzas. Me metí en un café y bebí de un sorbo el tazón de chocolate que una camarera simpática que hablaba algo de español me trajo con una gran sonrisa.
Y al otro día volví a la casa donde doce años antes viví un tiempo... pero esa historia, les aseguro, bien merece otro posteo.
Hermosas fotos Nico!!!!
ResponderEliminar